jueves, 26 de octubre de 2017

Vidal y Cristina en la madre de todas las batallas

¿Maternidad política? Hasta ahora, PBA no alumbró a ningún candidato ganador de elecciones nacionales, pero si habilitó partos en nuestra historia reciente; el de Menem y el sindicalismo en 1989; del kirchnerismo, cuando Cristina y Néstor le arrebataron el bastión a Chiche y Duhalde; y del macrismo, cuando una casi ignota Vidal le ganó a la lista de Aníbal Fernández. PBA es un hito ineludible de cualquier elección nacional pero podés ganarla y aún así perder, como le ocurrió a Scioli. O perderla y aún ganar, como le ocurrió a la Alianza UCR-Frepaso.

Este domingo, PBA se tiñó de verdadero amarillo por primera vez, pero era multicolor desde 2013, hace ya cuatro años. Porque, sí, ganaron María Eugenia Vidal y Macri, aunque los que ingresarán al Senado serán los candidatos fantasma (una nueva categoría, luego de los testimoniales), Esteban Bullrich y Gladys González. Pero vaya una solicitud para los constructores del mito Vidal, la nueva figura de la política nacional: aflojen un poco, che, que Vidal fue antes el resultado de una suma de cálculos políticos equivocados y en menor medida forzados. Sin Massa 2013 y Felipe Solá 2015, sin Cristina y Aníbal, ambos Fernández, con Florencio Randazzo, es probable que no habría María Eugenia, la del beboteo maternal porque en política, para el macrismo, la mujer ocupa el lugar de humanizar primero a Mauricio e interpelar a un machismo todavía importante desde un lugar de no-desafío después. Caso distinto al de Cristina, que le ponía fichas a su imagen de Jefa y era entonces la Yegua. Una figura, si no feminista, femenina desde el desafío al ego machote.

Ampliemos. Dos machos poronga, pretendidos alfa, se cagaron para aceptar el desafío de la provincia. Perdón, La Provincia. Massa desde el FR, y FR, Florencio, desde el FpV. Ambos, como Urtubey en este turno, prefirieron antes la construcción de un perfil nacional, descansar para ello en los medios y entregar la provincia envuelta en papel regalo. Sí, estamos historiografiando porque comprender este triunfo cambiemista como si de una foto se tratara (¡oh, la maravillosa Vidal, oh, la maravillosa campaña!) es laburo del periodismo macrista que thatcheriza a la gobernadora. Y para ello les pagan, muy bien. A ver, Mariú, ¿cuánto hay para que subas una carta de puño y letra, que justo tenés ahí, a Los Huevos y las Ideas? No te quiero comprometer, eh. La leo yo, si querés. No te quiero comprometer.

La ventaja de ser ya oficialismo, manejar los resortes institucionales, presupuestarios, los medios, los tiempos, la pavimentación y la succión de votos massistas, avenideros, todo eso puede servir para explicar el triunfo de la fórmula Vidal - Vidal sobre Cristina - Taiana, pero sería imposible sin sumar todo lo anterior a la ecuación.

¿Y Unidad Ciudadana? ¿Fue, como dijo Dilma, la fuerza política que más creció en estas elecciones porque no existía y metió 37 puntos? No, eso es joda: fue el instrumento con el que Cristina se hizo cargo de una demanda de los intendentes PJ-PBA y del propio macrismo, que también buscó hacerla candidata. Porque le convenía a su campaña y a la malaria económica con la que enfrentaban elecciones, pero también porque perder con ella sería menos costoso que arriesgarse a hacerlo con alguien que construyera su carrera política a partir de un triunfo o derrota digna. ¿Fue UC y CFK senadora un error, entonces? No, era lo que había, dados los tiempos y el contexto, y eso entendió la gran mayoría de los territoriales PJ, que prefirió no subirse a un caballo que de antemano se sabía perdedor y que prometía un —otra vez— extemporáneo compromiso para 2019. No había, además, mejor candidata que Cristina porque ningún intendente pudo antes construir un polo suficiente que atrajera al conjunto. CFK fue no sólo la del piso más alto sino la que permitía un mayor cobijo al posponer los egos propios del intendentismo bonaerense. Gran elección de Cristina, entonces. Por sobre mis propias expectativas en un contexto en el que el gradualismo, las promesas y certezas del macrismo a la zona núcleo —sumados a los aportes del poder judicial, medios y servicios— podía hacernos prever, fuera del microclima tuitero de aliento cuasi barrabrava, de una derrota aún peor.

Ya leemos, claro, cuestionamientos a CFK por “hacer a la derrota del peronismo" en Salta y Chaco. Una lectura interesada, para continuar ensanchando la grieta interna entre kirchneristas de Cristina y peronistas del Perón herbívoro, cuando tanto uno como otro caso presentan particularidades distritales. En el anterior posteo apuntábamos sobre el privilegio del perfil nacional con el que insistió Urtubey, descuidando 2017 por pensar en 2019, en una lectura demasiado lineal del protomenemismo durante el alfonsinismo. Y algo de eso tuvo también el randazzismo bonaerense.

En Twitter y acá señalamos en repetidas ocasiones, tan temprano como en 2016, que para los distintos peronismos estas serían elecciones locales, de resistir el embate cambiemista para poder proyectarse nacionalmente luego, en base al resultado obtenido. Algunos no entendieron eso (Urtubey y Randazzo), otros sí (los gobernadores peronistas que revalidaron sus triunfos 2015). No existió para este turno un proyecto de poder unificado, un programa o una promesa que pudiera expresarse en una o un par de personas, aliadas, como ocurrió con en 1997, prefigurando el triunfo de De la Rúa en 1999. De ese modo, todas las elecciones eran distritales excepto, claro, para el presidente. Lo que llaman el Partido del Estado, que disfrutó antes el FpV. Y PBA, acostumbrada a ser la vedette nacional, malacostumbró a la política de mirada centralista a pensar que una definición allí implica en forma definitiva algo nacional. En un turno ejecutivo podría ser, pero justo quienes pretendían liderar una superación del kirchnerismo esquilmaron el traste a la jeringa en 2015, rehuyendo de la Maldición Bonaerense, pero entregando al intendentismo a lamer botas amarillas. Y a los brazos ciudadanos de Cristina en estas legislativas.

lunes, 23 de octubre de 2017

Follow the yellow brick road a 2019

Pese a encontrarse con un Congreso en buena medida adverso, en 2015 se dijo que Macri contaría con el PEN, PBA y CABA, los mayores presupuestos a nivel nacional y un esquema de poder distinto al del kirchnerismo inicial, que debió apalancarse en la opinión pública y los resultados económicos para alinear a su grupo de poder. El macrismo entra en una van —metáfora de aquel kirchnerismo— pero debe negociar con pocos afuera para arribar a sus consensos, bastante estándares para el credo liberalconservador, debemos agregar.

Ese macrismo, que en palabras de Michetti agredece a los héroes que bancaron el cambio y aún no lo sienten —eslogan sintomático de la economía y política comunicacional macrista si los hay—, puede decir sin faltar a la verdad que triunfó en su primer test electoral en el poder. Podrían tentarse entonces, cuando encuentren algunas (pocas) resistencias para sus cacareadas reformas, a nuestro conocido “si no les gusta, armen un partido y ganen las elecciones". Lo dirán sus periodistas, sin dudas, pero en lo que a manejo de percepciones se refiere tendrán tino, y lo demuestra el hecho de que apuntaran y acertaran en sus blancos: desbancaron a Urtubey en Salta y destrozaron a Massa en PBA y hasta en Tigre. Los peronistas blancos que se autoconstruían y eran publicitados por los medios porteños como alternativas racionales para una continuidad macrista fueron los grandes derrotados en estas legislativas.

El massismo esperaba conservar en este 2017 los casi 20 puntos con los que resistió con aguante en 2015. Era lo que Ias encuestas prePASO le auguraban. Se acercó, en cambio, al 15%, perdiendo casi los mismos puntos que sumó la lista de María Eugenia Vidal - María Eugenia Vidal (sic) por sobre lo que le pronosticaban en agosto. Anoche, la lista Massamarga (licencia poética) apenas arañó los 11 puntos, pudiendo sumarse su pérdida y la mayor participación para explicar el resultado cambiemista en PBA. Resulta así evidente que el cálculo político de Massa en 2015, de evitar un triunfo peronista y favorecer una alternancia que lo posicionara mejor de cara al pejotismo, resultó nuevamente fallido. Ya le había ocurrido en 2013/2014. Ahora, en la derrota salteña del urtubeycismo, ¿cuánto hubo de castigo por su macrifriendlismo si la Unidad Ciudadana provincial alcanzó el 22,5%, a escaso punto y medio de la lista del gobernador? ¿Y cuánto dirigió de su propio voto Urtubey hacia la lista amarilla con tanto elogio al macrismo? La ancha avenida podía ser una alternativa de emergencia al kirchnerismo, más para el Círculo Rojo que para un sujeto social inexistente. Y negar al kirchnerismo, que interpela a un colectivo, no resultó ganador. Ambos, Urtubey y Massa, prefirieron extemporáneamente la construcción de su perfil nacional antes que el resguardo de sus territorios. Y lo pagaron caro.

Quienes entendieron que las elecciones eran distritales —y sólo nacionales para Macri— fueron los gobernadores peronistas que consiguieron triunfos en sus provincias. El peronismo aguanta los trapos en Tucumán (y Manzur ya lanzó su campaña 2019), Catamarca, Formosa, La Pampa, Río Negro, San Luis, San Juan, ¿Misiones?, ¿Santiago del Estero? El caso tucumano resultó una prolongación de lo que escribimos en relación a las PASO, así que poco queda por agregar más que Manzur puede aspirar ahora a nacionalizar su figura (al contrario de lo que señalamos de Urtubey) y que José Cano puede correr la suerte de otros derrotados consuetudinarios. ¿Hay espacio para una liga de gobernadores? Bastante menos que el que hubo para condicionar y negociar con De la Rúa (el PJ contaba entonces con PBA, y candidatos en gateras para reemplazar al aliancista como finalmente ocurrió) pero el peronismo necesita un proyecto de futuro que tome en consideración la coyuntura y las aspiraciones del electorado y que habilite la emergencia de un liderazgo claro en un mapa que contiene al macrismo y liderazgos territoriales desperdigados.

¿Qué queda como dique de contención al macrismo? Poco. Deberemos continuar renegando con nuestro sindicalismo herbívoro y temeroso del carpetazo, algo lógico si enfrente se mancomunan el oficialismo, el poder judicial, los servicios y los medios en una ensalada que no permite diferenciar bien qué factor es ingrediente y cuál aderezo. ¿Y del Congreso, leitmotiv de estas elecciones, qué podemos esperar? El macrismo pudo en 2016 legislar merced a la chequera y a la extorsión con la gobernabilidad; en este 2017 se les complicó por errores propios pero, fundamentalmente, por su política económica en un año electoral. 2018 será diferente: no podrán apelar a la extorsión pero, además, será el año en que la reforma laboral y la poda de derechos sociales a la que aspiran deberá sortear el escollo del Congreso, menos adversativo merced, lamentablemente, a la voluntad popular.

Para una próxima entrega quedan Cristina, Vidal y la PBA.