sábado, 15 de octubre de 2016

Dylan

Dylan puede conjugar dosis semejantes de iconoclasta y de constructor de la mitología biempensante occidental. Solitario y huraño, aún así contiene multitudes. Es un canon al que solo pueden aspirar viejos rockeros y ningún escritor que yo conozca. ¿Hubo algo de eso en la selección de los suecos antiborgeanos estos? Pregunto, porque la elección de Dylan invirtió la carga de la prueba, de culpabilidad: si con pasadas selecciones la cuestión a resolver era la motivación política o histórica que llevaba a la Academia a elegir anualmente, el debate actual pasa por los merecimientos o no de Dylan al premio. Quizás los suecos pretendan desafiar los límites de la literatura, o al concepto mismo de literatura. O tal vez la triste realidad sea que otorgar estatus Nobel a Dylan sea lo suficientemente cool y contestatario para esta época. Como el propio artista. O una reivindicación del espíritu de los '60, cuando la contribución musical de Dylan modeló parte del imaginario epocal.

Vay'uno a saber qué tienen en la cabeza los suecos estos; lo cierto es que es el primer Nobel de Literatura que trasciende los ghettos académicos para que el debate sobre lo que es arte se relacione con lo sensible más que con lo racional. Además, no jodamos: basta escuchar a Dylan, que aún en su tono monocorde extrae musicalidad de las palabras y sus encadenaciones, para comprender que la poesía es música despojada.

Pero sí, reconocemos que en el storytelling, que en el ropaje rockero y que en la construcción de una obra que atraviese los límites de lo que la industria demanda, que prefiere decantar antes en la consecución de un público que de consumidores, y porque el tipo prefirió respetar al artista que habita en sí, es que celebramos este premio —por el que solemos dar dos mangos y nos encantaría recibir— para un tipo que diseñó versos como los que siguen:

“Ain't it just like the night to play tricks when you're tryin' to be so quiet?" (Visions of Johanna)

“'Twas in another lifetime, one of toil and blood
When blackness was a virtue the road was full of mud
I came in from the wilderness, a creature void of form
Come in, she said
I'll give ya shelter from the storm" (Shelter from the Storm).

No podemos finalizar esta semblanza sintética, este homenaje modesto, sin recordar que Bob tocó-con-George, tocó-con-Tom, tocó-con-Roy y con... bueno, ya vino Jeff Lynne a cagarnos la inmerecida ironía para con quien algunos sindican como el Dylan argento: León Gieco —pocas cosas más alejadas de la realidad en términos de prosodia—.

Ah, por supuesto: chupala, Georgie.