viernes, 30 de octubre de 2015

Massa: el otro, el mismo

Una vez más, como demostró a lo largo de su carrera política, Sergio Massa se apresuró en una definición. Cuando se imponía administrar los tiempos, generar expectativas, coquetear y dejarse cortejar como quinceañera, sucumbió —una vez más— a la presión de los medios y sus aportantes de campaña para contribuir al momentum macrista. La única preocupación de Sergio, desde que supo que no llegaba, consistió en colaborar para una derrota de Scioli y el peronismo.

La corta historia del ex candidato puede sintetizarse en su vocación por los saltos al vacío. ¿Se explicará en su juventud? ¿Su ambición lo lleva a quebrar compromisos con la pulsión adolescente de quien vive en un presente permanente y deshistorizado? Lo cierto es que en 2013 también se apuró, cuando se propuso como el Scioli que pretendía el establishment, hoy denominado Círculo Rojo, solo para ser descartado luego en aras de un candidato propio como Macri. Los cantos de sirena lo perdieron. En un contrafáctico de campaña más, de no haber quebrado, Massa sería hoy gobernador y Vidal la candidata a jefa de gabinete de Mauricio. Pero en lugar de armar su gabinete provincial, Sergio se dedica de momento a jugar por una derrota del peronismo —como Menem en 1999— pensando en liderar la oposición a quien pretende ayudar a llegar. Sin comprender acaso que así esté entregando el Frente Renovador, en su único nicho territorial, la PBA, al desangre a manos de Macri y la propia Vidal.

En 2013 advertimos en estas páginas que quebrar al peronismo era jugar a favor de Macri. Caben señalar también las responsabilidades del kirchnerismo por entonces, enfrascado y de espaldas a la sociedad en una batalla por el purismo ideológico, cuando el 54% obligaba a ampliar y no a circunscribir la representación. Las responsabilidades son compartidas entonces por este panperonismo, involucrando también a Scioli. Pero ni Cristina fue Menem ni tampoco Daniel Scioli es todavía Eduardo Frei, el representante de la Concertación chilena que perdió frente a Sebastián Piñera. Sergio Massa, en cambio, se esfuerza por ser Marco Enríquez-Ominami. Quizás lo aguarda, como al chileno, un destino político en el Legislativo.

Suponer que en 2017 el peronismo quiera buscarlo es un salto de fe más por parte del tigrense. Uno demasiado largo cuando, en su hipótesis de máxima, tendría que negociar con aquellos representantes peronistas contra los que jugó. No ganaron Aída Ayala, Romero en Salta o José Cano sino Capitanich, Urtubey y Juan Manzur. El criterio de cálculo político massista se revela entonces porteñocéntrico y dependiente de los medios, cuando su poder político se circunscribirá al Congreso y carecerá de raigambre territorial. El massismo se condenó así a la resistencia y al papel de fiscal de un programa de gobierno que no ganó, aunque tenga éste alguna representación en la sociedad. Lo adelantamos: del Síndrome De Narváez al Síndrome Carrió. Por si no bastara, la responsabilidad de Massa frente a la sociedad no será menor en un hipotético gobierno de Macri, pero frente al peronismo está responsabilidad configurará nada menos que una traición. En caso de un gobierno de Scioli, el destino de Massa sería aún más triste: la intrascendencia o la búsqueda de ser el nuevo Macri.

Martín Rodríguez sostiene que el Poder Ejecutivo transforma a quien lo ocupa en otro, en alguien nuevo. Se cumplió la hipótesis con Menem y Kirchner; quizás no con Alfonsín y Cristina. Massa, en cambio, carga el karma de querer ser Otro para llegar. Quizás allí resida parte de su encanto... y de su imposibilidad.

miércoles, 28 de octubre de 2015

¡Los voy a meter presos, ñoquis!

¡A ustedes también, tallarines! A los agnelottis no porque son muy ricos y a Horacio González tampoco porque votó a Scioli desgarr... Uy, ¿estaban ahí? Disculpen, practicaba mi discurso para captar voto massista.

Llegó el ballotage, un invitado que podía estar en los planes, claro que no acompañado de sus amigos Perder la PBA con Vidal y el 2,5% de diferencia en la presidencial. Ya en el post anterior intentamos exponer algunas razones, como la voluntad de cambio en la sociedad —mayor de la que todas las encuestas y hasta las PASO permitían presumir—, algo de voto bronca escondido en PBA y una dinámica que no se instala o modifica durante el tramo electoral sino que es producto de un goteo y decantación más lento y tiene huellas durante el último cuatrieno y hasta en los últimos diez años luego de que Cristina y Néstor derrotaran al duhaldismo para hacerse con el aparato de la única Provincia que en los medios se resume con mayúscula.

A propósito del aparato y los cortes de boleta, tengo la impresión de que se están haciendo los rulos hablando de traiciones, cuando lo cierto es que la gente corta boleta. Ocurrió en PBA pero también en Tucumán (33 mil votos menos a senador). En Santa Fe (24 mil votos menos a senador, rubro que se ganó mientras a Presidente ganó Macri) y en Entre Ríos (9 mil votos menos para Presidente, rubro que ganó Cambiemos mientras para gobernador fue triunfo del FpV). Ocurrió a lo largo y ancho del país. En ese sentido, esta elección tuvo algún viso de contienda legislativa. Para ilustrar con una anécdota, unos amigos jujeños, filoperonistas, me adelantaban la extraña alquimia del voto que pensaban emitir: intendente FpV - gobernador UCR - presidente FR. ¿No piensan que la gestión municipal que consideran buena tuvo relación con el gobierno provincial y nacional?, les pregunté. No los incomodó ni tampoco les importó: el componente emocional es más fuerte.

Hay algo del orden de lo emocional que llevó muchos votos al barco macrista. Magia, como en un crucero de quinceañeras que embarcan a Miami. No ocurrió así con el voto FpV y es uno de los déficits más importantes, en mi humilde opinión. Si rebobinamos, Macri no propuso nada. Ni 82%, Ganancias o bajar retenciones. Sólo levantar el cepo el 11 de diciembre y allá lejos en el tiempo. Luego propuso un sueño. O dos. Uno implícito: desalojar al kirchnerismo; y fue el que más votos le ofrendó. El otro fue más efectivo para sumar esos votos extras con los que sorprendió: propuso pertenencia, identificación. Vení que acá está la alegría, lo nuevo y lo distinto. El colchón de estabilidad que deja el kirchnerismo habilita el salto de fe. Si 2011 fue para el oficialismo la campaña del amor, 2015 pareció la del amor otoñal. Mientras Scioli hablaba de desarrollo, industrialización, mercado interno y AUH, Macri ocupaba espacio en la agenda con la adopción de un perrito, su cucha, #subtrenmetrocleta y ahora cartas para Brancatelli y algún otro kirchnerista. Vamos al punto: Scioli necesita activar el corazón del votante y no tanto su cerebro. A menos que consideremos que en cuatro semanas podemos dar un debate técnico y que éste sea más efectivo que buscar un lazo emocional, claro. Scioli parece haber entendido eso al trocar el Scioli para la Victoria por #AhoraDaniel.

Vamos a los votos, ¿adónde están? ¿En el 4% de Stolbizer, en el 3% del FIT, en el 2% de Rodríguez Saá o en el 20% de Massa que incluye parte del 6% de De la Sota? Algunos creen que se perdieron muchos votos K puros. Microclima militante; como los que no entienden los cortes de boleta. Hablarle al convencido es desperdiciar tiempo precioso. Si todo el esfuerzo no está puesto en conseguir más votos afuera del universo K, estamos jugando a favor de Macri, así el que hable se llame Máximo Kirchner. ¿Y cómo le hablamos al de afuera? ¿Asumimos el discurso de Massa? ¿Sumamos garrochazos massistas? Los acuerdos cupulares puede servir para el impacto mediático, para generar clima, pero no mueven efectivamente el voto. Para eso hay trabajar, desde abajo y también arriba.

Pero entonces, ¿qué hacemos? Cada uno tendrá, con seguridad, una receta. Somos 40 millones de técnicos, ¿no? —ANDATE, MARTINO—. La mía incluiría a Scioli trascendiendo las fronteras de los actos partidarios para ir a besar chicos en los barrios, charlar con la vecina (¡uy, entró esa palabrita en el blog!), escuchar al tachero en algún viaje y a los pasajeros en algún tren o colectivo (todo televisado, por supuesto). Contacto humano, que lo otro, lo partidario, ya está. Y si no, con el cuco Macri debería bastar. Macri, el cuco. Como propuso @aldojarma, y como bien elaboró Pagni, los ballotages fueron pensados para eliminar al que más temor causa. Menem en 2003. Le Pen vs. Chirac en Francia. Ergo, hay que revelar a Macri. Mostrar su gestión elitista e ineficiente con las cuentas públicas porteñas. Si Scioli ya mostró su gabinete, obligar a Macri. Y que ellos den el debate técnico. Que Peirano y Batakis pidan debate contra los candidatos de Cambiemos. Rabolini y Awada en la mesa de Mirtha. El voto antiMacri existe, tanto en CABA como en el voto de UNA. Hay que estimularlo y mucho.

La otra es conseguir el garrochazo de Durán Barba. Y me parece más difícil. Recordemos entonces las palabras de don Arturo: “nos metieron flor de pij... ¡Ah, no, nada puede hacerse sin alegría! Eso, eso".

lunes, 26 de octubre de 2015

Two of us: ballotage y 10 razones para explicarlo

Llegó el gran día y se transformó —si existiera un Quintín K— en un día macrista de mierda. Ni siquiera en los peores cálculos de un desgarrado cartabiertista o en los mejores cálculos de un republicano pagnista se preveía un resultado como el que finalmente se dio. ¿Qué pasó?

1. Las encuestas: exactamente al revés que en las PASO, cuando los encuestadores les taparon la boca a todos acertando de modo bastante ajustado, en esta ni el más amarillo se animó o vio lo que ocurriría. Horangel y Lilly Sullos dicen que son todos unos chantas.

2. El FpV perdió muchos votos en el camino de las PASO a la general y el macrismo los sumó. Esto, que parece una verdad de perogrullo, es lo que debe ser explicado. Empecemos por dónde para intentar llegar a los por qué.

3. La PBA: ¿Vidal gobernadora? Una porteña sin historia en el distrito, desconocida, sin equipos, ¿más Armendáriz que Armendáriz? Su triunfo representa un voto castigo a Aníbal Fernández, Scioli y a la misma Cristina. Pero nos ordenemos, porque las razones existen aunque aparezcan rutilantes recién con el resultado puesto:
a) el FpV, en su totalidad, subestimó al electorado bonaerense. Pensó que tenía la vaca atada y lo sometió, primero, allá lejos en el tiempo, a la disputa entre kirchnerismo y territoriales. Esta tensión se hizo más evidente en ocasión de los múltiples tironeos entre Cristina y Scioli, con el soberano como rehén de la política de conventillo; b) esta misma disputa es la que propició el quiebre del peronismo territorial y explica en buena medida el quiebre de Sergio Massa (volveremos sobre esto). Luego de disputas y quiebre, c) la gestión de Daniel Scioli, calificada por muchos como deficitaria (desde lejos no termina de ser esa mi impresión, pero confiemos en quienes trajinan la PBA). Si a este combo le sumamos d) una interna feroz organizada a las apuradas por la defección de Randazzo y e) el triunfo posterior de Aníbal Fernández, quien partió con la más alta imagen negativa entre los candidatos (y fue luego convertido en La Morsa), mas f) las lluvias producto del Súper Niño, tenemos una receta para el desastre y razones para que los bonaerenses entreguen, llave en mano, la provincia a Vidal.

4. La Región Centro: se esperaban mejoras en los números para el FpV. En Córdoba ocurrió, pero es evidente que el “cordobesismo" se nutre más de su componente antikirchnerista que del peronista. Así, Macri superó en Córdoba a Massa, quien hizo muchos esfuerzos por sumar el voto de De la Sota. En Santa Fe también mejoró Cambiemos y en Entre Ríos fue sintomática la buena elección a gobernador de un impresentable como Alfredo De Angeli. Hasta Del Sel podíamos explicar; los números del Mellizo ex Federación Agraria se explican en las ganas de desalojar al FpV y la tracción de Macri como candidato a competir un ballotage.

5. El NOA/NEA: si bien la apuesta de los gobernadores de la región por Scioli se probó acertada —con excepción de Jujuy; también volveremos a esto—, los números para DOS disminuyeron desde las PASO a la general. En Tucumán en -9 (PASO) y -2 puntos desde la elección a gobernador. Quizás Santiago pueda haber escapado a la lógica. Los números para Massa en la región, además, se mantuvieron desde las Primarias. En todas partes, mejoró Macri.

6. Jujuy. Demasiados años de gobiernos peronistas ininterrumpidos, muchos de ellos con Fellner. Un gran laburo —vale reconocer— territorial de Morales, el más peronista de los radicales. Triunfo de Massa en la categoría a Presidente (traccionando a Morales) y la candidatura y visibilidad de Milagro Sala que operaron en detrimento del FpV. Los números del Frente Renovador se explican en buena medida en sus críticas a la Tupac Amaru y en las promesas de combatir el narcotráfico en frontera con las Fuerzas Armadas. En San Pedro de Jujuy perdió un histórico que parecía imbatible, el turco Moisés.

7. Macri. Si tuviera que explicarle su crecimiento al politólogo sueco amigo de Mario Wainfeld, debería decirle: a) muchos años de peronismo —no son pocos los votantes que solo vivieron bajo el kirchnerismo y no conocieron de primera mano los estragos de las políticas neoliberales—; b) una gran campaña en redes sociales, con mucho dinero en publicidad pero, además, una correcta estrategia de viralización. Prevaleció el mensaje de que había que votar a Macri para evitar un triunfo de Scioli en primera vuelta; y c) Macri comenzó a recabar estos números cuando en Gualeguaychú el radicalismo adscribió a su candidatura. Siguiendo los votos que ya mudaban, con seguridad, pero aportando ahora lo suyo la UCR en las disputas por las gobernaciones. Caso sintomático: Brizuela en Catamarca, muy cerca de Corpacci. En Tucumán, al votar desdoblado, no alcanzó siquiera el 30% (26 con algo). Ah, d) Mauricio todavía se ríe de quienes le aconsejaban pactar con Massa y agradece mucho el peronismo dividido.

8. Massa. Evitó la polarización, aunque no le alcanzó para acercarse siquiera a Macri como prometían. Así, como señalamos en innumerables ocasiones en el blog (y a contramano de lo sostenido por casi todo el kirchnerismo), Massa se transformó en el garante del ballotage, al sustraer votos que antes formaron parte del 54% de 2011 y otorgarle al filoperonismo (sectores medios bajos) enojado con el kirchnerismo una vía por la cual expresar su descontento sin caer en el voto a Macri. Más peronista en PBA, más opositor en el interior, el voto de Massa resultará clave para el ballotage. ¿En sus votantes prevalecerá el eje peronismo - antiperonismo en beneficio de Scioli o el eje kirchnerismo - antikirchnerismo para favorecer a Mauricio Macri? El correr de los días irá develando ese misterio. Por lo pronto, podemos decir que Massa cumplió hasta ahora el rol de Marco Henríquez Ominami en Chile, cuando por primera vez triunfó la derecha con Sebastián Piñera.

9. ¿Por qué, mamá? Resulta evidente que el antiperonismo expresado en Macri y el antikirchnerismo expresados en Macri y Massa resultaron más potentes de lo que las PASO permitieron prever. La situación económica e institucional del país —como bien dijo Cristina: una elección en un país normalizado—, otorga además un colchón para que buena parte de la ciudadanía (sectores ABC1 o con sus pautas culturales, de grandes centros urbanos y con necesidades básicas satisfechas) se animen a intentar un cambio por el cambio mismo. Deberemos reconocer, en este sentido, que contrario a la data de la que disponíamos, el aparato de medios y propaganda goebbeliana (!) de la CABA tiene todavía injerencia en la construcción de la realidad y, por ende, en el direccionamiento del voto ciudadano.

10. Quien piense que la campaña fue determinante, subestima al electorado concediéndole solo memoria reciente para elaborar sus decisiones. Estarán, por supuesto, equivocados, y sus análisis girarán en torno a contrafácticos. Habrá que apedrearlos en la calle (!). La clave de la elección pasará por comprender al electorado. Si no lo hace Scioli, lo estará haciendo Macri, así que a modo de consejo, si pretenden desgarrarse por lo que viene en cuanto agenda, pónganse ratisalil, usen vendas y pidan el cambio cuando sientan que se contracturan.

martes, 20 de octubre de 2015

#LosHuevosPresidenteDeLosBlogs

Ahora que la campaña entra en su recta final, podríamos decir que en una semana no hay tiempo para modificar lo que dos meses, diez meses, dos años o cuatro u ocho o doce no pudieron. Entonces, cuando la única incógnita electoral es si Scioli ganará en primera vuelta este domingo –y clausurará, por fin, este clima de elecciones permanentes–, o deberá esperar a noviembre para derrotar en balotaje a Macri (la desazón del campo más furiosamente antiK se explica por esto: el estancamiento de Macri desde las PASO hasta hoy predice mejor que nada el resultado de una hipotética segunda vuelta), aprovechamos para hacer autoproselitismo y acariciar el ego con algunos aciertos de este blog a lo largo de estos años. Sepan disculpar el narcisismo.

En agosto de 2011 alertamos contra el riesgo de subirse al carro de la victoria comodísima de Cristina, algo que finalmente ocurrió con el recordado “vamos por todo”: “…No todo el voto es convencido, ideológico, de defensores del "modelo". Además de los votos de Cristina, de los compañeros gobernadores, de los aliados, del voto cruzado, hay que considerar también la existencia de ese voto no ideológico, no convencido, pragmático. Y también debe haber un voto castigo a la oposición (…) El frente externo, si bien opera favoreciendo a CFK, puede complicar la gestión. Existen votantes conservadores. Y el oficialismo deberá atender también sus demandas. Significa incorporarlas al mix que es el kirchnerismo, algo que puede causar algún malestar en los sectores más progres…”. Cuatro años después, sirve en parte para explicar por qué es Scioli el candidato y por qué los tres principales contendientes se posicionan desde el centro hacia la derecha del arco político.

En junio de 2013 previmos que, de quebrar, Massa no podría sostenerse pese a su por entonces probable y luego refrendada victoria en la PBA. Decíamos: “...En un clima comunicacional hiperpolarizado, de ingresar a la arena se vería compelido a tomar posición por uno u otro lado, pagando costos en cualquiera de los casos. Aún si intentara un casi imposible equilibrio (…) Pensar en un gobierno 2015 sin el kirchnerismo es proyectar un gobierno herido (y) Nadie por fuera del peronismo oficialista representa una amenaza para 2015. De Narváez perdió…”. Vaya si se le cumplió el Síndrome De Narváez a Sergio. Ahora, si en lugar de buscar cómo regresar al peronismo planea convertirse en líder de la oposición, comenzaremos a leer que a Massa lo acecha el fantasma del Síndrome Carrió, con todo lo que ello implica.

También en 2013, en ocasión del cierre de listas que catapultó al estrellato efímero a Massa y a Martín Insaurralde como su competidor, fue usual leer en los medios que el gran perdedor había sido Scioli (“de un lado quedó ubicado el kirchnerismo, del otro Massa y finalmente obsoleto, sin lugar, Scioli”, decían) y que aquello, prácticamente, finalizaba su carrera política (por lo menos dentro del oficialismo). No estuvimos de acuerdo: “…creemos que no hay que darlo por muerto, ya que la obsesión del sciolismo, desde siempre, fue ser bendecido por el dedo cristinista, y las chances no han sido clausuradas. Más bien este acto de fe, al correr detrás de CFK y haber renunciado a construir estructura (o sustraérsela al oficialismo), lo posiciona…”. No nos equivocamos. También sostuvimos entonces que “…Aunque la ecuación política de sumarlo a la campaña por su miedo al efecto Massa (sobre su propio futuro político) sin abrirle la lista parezca maquiavélicamente brillante, es una ofensa (y van, aunque también volvieron) a quien hoy todavía aparece como la posibilidad de aterrizaje más calmo a la experiencia kirchnerista, y que frente a la posibilidad de una derrota en estas legislativas podría ser la alvearización deseada…”.

Ya por entonces hablábamos de alvearización para referirnos, apelando a diversos planos del imaginario alvearista, a una continuidad aunque no fuera esta pura. Pensando en un requerimiento de la sociedad por una “normalización” de la disputa política, en el pasaje de una etapa personalista a una más abierta –lo que sería, imaginábamos, un reclamo del peronismo luego de ser columna durante estos años kirchneristas–, pero también considerando la impronta del propio candidato cuando las circunstancias parecían apuntar hacia él (algo que advirtió, mal, Sergio Massa, quien se postuló como el Scioli que buscaba el establishment para que finalmente lo descartaran). Nos sorprendió luego el kirchnerismo, gratamente, cuando él mismo dio inicio a la etapa alvearista: “Les tenemos malas noticias: fue el propio kirchnerismo el primero en hacer algo parecido al poskirchnerismo. Comenzó a ensayarse luego del triunfo del 2011: la alianza con Moyano estaba rota, CFK se acercó a la UIA, se intentó algo de sintonía fina como eufemismo para un ajuste que, vale decirlo, se proyectó sobre los sectores más acomodados de los deciles superiores (…) Se habla de giro a la derecha, de retorno al peronismo conservador, de abandono del progresismo (…) ¿Porque mandamos gendarmes al conurbano? ¿Porque se busca pactar con gremios y empresarios como una herramienta para contener la inflació? ¿Porque arreglamos con Bergoglio modificaciones al Código Civil? Sí, todo eso está a la derecha del anterior kirchnerismo, ¿pero está a la derecha de las opciones de poder al oficialismo, el panrepublicanismo, Macri o Massa? (…) Entonces resta Representatividad o demasiada espalda, como Ramón Díaz en River. Se probó lo segundo en estos años, se intenta lo primero ahora (…) a no llorar como vírgenes desfloradas y troskas cuando siempre supimos que se trataba de un reformismo burgués tibión y putito…”. En este de “la ancha avenida de Scioli” también debatimos la alvearizació y la dinámica que le daba sustento.

Luego, en 2014, advertimos que la UCR finalmente arreglaría con Macri y no con Massa. El tiempo probó acertado el análisis. Señalamos que en 2015 primaría lo local sobre lo nacional, y así se fue construyendo el probable triunfo del FpV en este turno electoral. Hacia fin de año, cuando todavía era sentido común que en caso de balotaje el peronismo perdería contra cualquiera (Macri o Massa), advertimos que también en segunda vuelta podría triunfar el oficialismo.

En este 2015 señalamos por qué no era negocio para Macri arreglar con Massa y muchas cosas más, pero ya se hizo largo, Martino aún no renunció y este próximo domingo puede definirse quién conducirá el país por los próximos años. Si es Scioli, esperamos que su primera medida sea la repatriación de Alejandro Sabella o la extradición del Cholo Simeone, ya que no agarrar la manija de la Selección en estas circunstancias debería estar tipificado en el Código Penal.

jueves, 15 de octubre de 2015

Contrafácticos de campaña

La carrera electoral que aún nos convoca estuvo plagada de teorías contrafácticas para explicar por qué la realidad —esa hija de puta—  no fue amoldándose a los deseos de las distintas fuerzas, candidatos o periodistas. Aquí intentaremos un breve repaso porque el blog es mío y hago lo que quiero.

1. Bastaba ser el candidato de la oposición para ganarle al FpV en ballotage: el presupuesto que guió las campañas de Macri y Massa. En un remedo de 2003, consideraron que el candidato oficialista, fuera quien fuere, sería Menem vs. Kirchner. Uno puede preguntarse si efectivamente lo creyeron o fue el único relato que pudieron presentar, considerando que es el escenario que intentaron crear los medios “independientes". Sea una u otra la razón, desnuda no solo miopía política sino un déficit de creatividad tremendo. El sciolismo, más encorsetado por el relato kirchnerista, supo en cambio saltar el cerco y proponer una idea de futuro apelando a la idea de “desarrollo".
Como venimos sosteniendo, la elección no se encuentra finiquitada cuando todavía debe expresarse el soberano, pero aun en caso de ser necesaria una segunda vuelta, parece muy difícil que Macri, o aun Massa, puedan triunfar sobre Scioli. Ya 2013 verificó al FpV como primera fuerza nacional y la evolución de las encuestas antes y luego de las PASO —fundamentalmente— hicieron lo propio con el verso de “si el 60% que no votó al kirchnerismo...". Ocurre que es un poquito más complejo que las categorizaciones que la prensa utiliza para simplificar y operar.

2. Si Macri y Massa se hubieran juntado le ganarían al kirchnerismo. En esto el macrismo no se equivocó: una alianza así hubiera trasladado votos desde Massa a Scioli, acercando al FpV al 45% definitivo. Para Macri no era negocio regalarle al del FR —como en 2013— votos en la PBA para que luego, de arribar a un ballotage, no tuviera a Sergio en la boleta porque en PBA no existe segunda vuelta (menos aun conociendo la afición de Massa por cagarse en los acuerdos). Este escenario hipotético le hubiera servido al FR para acercarse a la Gobernación; no para ganarla pero sí para evitar la diáspora y constituirse en un factor de peso en esa provincia. Continuando con la política ficción, suponemos que esto era alentado por el establishment para fortalecer a Massa y tener a alguien musculado dentro del peronismo para empujar con su agenda y pretensiones.
La opción de Macri, en cambio, fue siempre peronismo vs. antiperonismo en un ballotage. Muy difícil: no le tocaron las condiciones ni demandas de las que gozó en 1999 Fernando De la Rúa.

3. Si Massa llega al ballotage le gana a Scioli: Sergio como Marina Silva. Hablamos largo y tendido sobre esto (busquen en la etiqueta “Brasil"), pero podemos resumirlo así: en Brasil buscaron encumbrar a Silva considerando que en un ballotage Rousseff vs. Marina, los votos más decididamente opositores de Aécio Neves irían hacia la opositora. No así los de Marina que, como los de Massa, se repartirían entre Dilma y Neves.
Lamentablemente —para Massa— esto es contrafáctico aún en Brasil, y acá creemos que Rousseff le hubiera ganado de todos modos a Silva. Entre otras cosas porque, como el FR, el partido de Marina no contaba con la estructura y apoyos necesarios y los saltos al vacío solo ocurren en situaciones de crisis extremas.

4. Si el radicalismo se hubiera aliado al Frente Renovador y no a Macri hubieran demostrado visión estratégica por el punto 3. Que gracioso: Sergio quería “ayudar" a la UCR a ganar gobernaciones e intendencias para luego, en caso de ganar, recurrir al peronismo. El radicalismo sabía, además, que sus votos son más antiperonistas que los de Massa y ya estaban, en buena proporción, con Macri, quien además medía mejor en los distritos grandes y más tradicionalmente radicales.

5. Randazzo hubiera sacado lo mismo que Scioli porque el candidato es el proyecto. Esta miopía de algunos dentro del oficialismo me provocó algún dolor de cabeza. Si la candidatura de Scioli “trae" al PJ nuevamente al centro de la escena, una de Randazzo hubiera refrendado (en los papeles, la realidad puede luego ser cruel) una continuidad más pura del kirchnerismo. Claro que tenía el pequeño problema del altísimo desconocimiento e instalación de Florencio: un candidato no se construye en un par de meses y si entre Scioli y el electorado no existe un alto vínculo emocional, con Randazzo éste hubiera sido nulo. Existían problemas de ingeniería electoral, además: gobernadores e intendentes querían a Scioli como candidato pero, más importante quizás, Scioli mismo se quería como candidato. Un quiebre del dispositivo oficialista fue siempre el sueño húmedo del establishment y sus voceros: hubiera acercado a Macri a la presidencia y a Cristina a convertirse en la madre de la derrota y pasar a la Historia, al igual que Menem, como alguien que jugó en contra de su propio partido. ¿El Modelo como proyecto en ese caso? Bien, gracias.

Con seguridad se me escapan otros contrafácticos de esta campaña. Para evitarlo, vamos a intentar unos cuantos, si total es gratis:

1. La corrupción del kirchnerismo, el macrismo y el massismo catapultan a Margarita y Rodríguez Saá a segunda vuelta. A una semana del ballotage van cabeza a cabeza en las preferencias hasta que Stolbizer promete crear un Ministerio de la Felicidad a cargo de Hermes Binner, todo el mundo lo toma como un buen chiste y genera una corriente de simpatía que la deposita en la Presidencia.

2. Scioli, Macri y Massa se alian para crear el partido Cambiemos por la Renovación de la Fe, la Esperanza y el Deporte. Stolbizer va como Parlamentaria al Mercosur y los tres precandidatos proponen a Carrió para la Corte Suprema, Sanz como jefe de gabinete y Cobos como vice del que resulte ganador en la interna.
Del Caño obtiene el 54% en octubre y en la ceremonia de asunción dice que lo del control obrero de las fábricas está muy bien pero que el mundo cambió y le toma juramento a Melconián como ministro de Economía.

3. Con los votos del aparato, la fórmula Sanz-Llach le gana la interna a Macri y Carrió. Todos se preguntan qué mierda pasó, se cagan de risa y dicen no, está bien, volvamos a votar.

4. Perón resucita, ve cómo juega la Selección, tira un 5x1 y el pueblo enardecido sale a quemar a Basile, Batista, Bielsa y Martino. Como les falta uno para los 5, queman también a Caruso Lombardi y el humo impide que se realicen las elecciones pero igual la fórmula Perón-Scioli gana con el 78% de los votos contra la fórmula del Arcángel Gabriel-Michetti.

domingo, 11 de octubre de 2015

A dos semanas: el peronismo y el no peronismo

¿Qué se puede decir que no haya sido dicho a dos semanas de concurrir a las escuelas para votar? Veamos lo dicho entonces, pero intentemos profundizar.

Scioli gana el 25 de octubre. ¿Será presidente en primera vuelta? Casi todas las encuestas, incluso la de Poliarquía hoy en LA NACION, lo dan ganador si los márgenes de error favorecen al FpV y no así a Macri. Lo dijimos: el voto se encuentra estabilizado en compartimientos prácticamente estancos. Lo cual resulta un problema para DOS pero uno mayor aun para Cambiemos: la evolución post PASO indica que no hubo traslado de “voto útil" hacia el segundo, lo cual puede constituir un adelanto importante de lo que podría ocurrir en caso de una segunda vuelta electoral. Dicho de otro modo: no es tan voluminoso el antikirchnerismo (como lo creían los think tanks opositores) y se reparte entre Macri y en menor medida Massa. El antiperonismo duro, por su parte, parece también haber alcanzado su techo con el casi 30% de Cambiemos (pero Poliarquía parece advertir que es aún menor). Estos datos son los que llevan a figuras comprometidas con la oposición, pero que no comen vidrio, a decir que Scioli ya ganó.

En este blog preferimos ser más cautos, aunque fuimos los primeros en sostener públicamente que el FpV también tenía chances de triunfar en ballotage cuando todos sostenían lo contrario.

Esto vendría a certificar que, en caso de segunda vuelta, muchos votos del massismo, del cordobesismo, migrarían a Scioli. Pero también existe un voto antineoliberal —o antiMacri en esta circunstancia histórica— que explica en parte por qué no creció Cambiemos desde las PASO (ya apuntamos que el caso Niembro es pobre como razón, y que antes actuó como un stop o lomo de burro en el camino de la campaña amarilla.

Sirvieron también los resultados de las PASO y la evolución posterior de los números de las encuestas para certificar que el kirchnerismo no chocó el barco y los pronósticos catastróficos del arco opositor más antiK restó verosimilitud a sus diagnósticos y propuestas posteriores. Perdió de este modo Macri. También que el peronismo había comprendido los desafíos de la hora, y como un sistema mismo, tendería hacia la homeostasis y no se dejaría barrer sin más. Poco de vegetal y más de animal en dicha actitud. Perdió así Massa, quien además comprendió a poco de triunfar en 2013 que debía republicanizar su discurso pues el quiebre con el kirchnerismo supuso también un quiebre con el peronismo.

Como advirtieron muchos ya, fue Scioli quien cometió menos errores en esta carrera electoral. Macri sumó más errores no forzados y Massa de ambos, forzados y no. Es justo reconocer también que pese al deseo de todo el arco opositor —la prensa, fundamentalmente—, el kirchnerismo duro, pese a sus prevenciones, jugó a ganar con Scioli antes que perder como campeones morales. Cristina ha dado una prueba concreta más de su finísima lectura de lo que la trascendencia histórica implica: aun cuando no se tratara de una continuidad pura, Argentina necesitaba prolongar un ciclo en el tiempo más allá de lo que fueron el menemismo o el propio kirchnerismo. Ni más ni menos que lo que propone la campaña: que no sea volver a empezar, para hacer a la estabilidad económica cortando las clásicas crisis cíclicas nacionales, pero también a la estabilidad política, cuando ha sido el peronismo el único sobreviviente de la crisis de representación de 2001. El no peronismo necesita todavía tiempo para estar en condiciones, alguna vez, de ganar pero también mantenerse en el poder.

jueves, 8 de octubre de 2015

Para judicializar el resultado electoral

Muestran las cartas, son así de pornográficos. Ya debimos soportar que acá, en Tucumán, hablaran —lo que es peor: sentenciaran— de la plena validez del voto (esto es, hay votos que tienen validez completa y otros que valen menos; un tercio, ponele, cuando valen algo) e intentaran anular el resultado electoral. Consiguieron una victoria para sus términos: deslegitimaron el voto popular, judicializaron el resultado de los comicios y comprobaron que pueden conseguir apoyo social que ocupe el espacio público en reclamo: las sucesivas plazas que irrespetuosamente denominaron “Tucumanazo" y los tractores de la Sociedad Rural. El de la prensa podemos descontarlo, puesto que sabían de antemano que podían contar con él.

Tucumán, como señalamos, fue un globo de ensayo para instalar la figura del fraude y cualquier intento por judicializar lo electoral con miras a las elecciones nacionales del 25 de octubre. Como bien apuntó @AldoJarma, Cano no llevó a la Corte Suprema su reclamo pues un fallo de la misma hubiera supuesto un precedente que inhabilitaría a Macri para reclamar luego. Lo descartaron cuando no les sirvió más.

Ayer leíamos a Jesús Rodríguez en LA NACION, hablando —como antes hicieran con la calidad del voto— de la calidad de la gobernabilidad, apelando a razones de orden moral (ajá) y prácticas. Las segundas las resumió Macri en el debate cuando preguntó quién gobernaría en lugar de Scioli: si Cristina, Zannini o La Cámpora. No solo se trata de una proyección psi de los graves problemas que enfrentaría Cambiemos para conseguir algún grado de gobernabilidad, en razón de lo endeble de su conformación y los desafíos legislativos al proyectar un ajuste, sino además de una deslegitimación de la figura presidencial. Lo que hicieron con Néstor y Cristina apelando al “doble comando". Se rasgan las vestiduras por las instituciones y atacan el contrato social que implica el voto popular y a la figura central que determina nuestra Constitución en el PEN.

Ahora leemos a Pagni, que completa el círculo con el que intentarán deslegitimar/anular/judicializar (tache la que no corresponda o marque todas) las próximas elecciones: el voto en blanco. Dice: “...algunos asesores de Mauricio Macri se han planteado un interrogante: ¿cómo debe contabilizarse el voto en blanco para las elecciones del próximo 25? La incógnita debería estar saldada. Pero la jurisprudencia ofrece una laguna. O, lo que es más interesante, posiciones encontradas. La cuestión es estratégica. La Constitución establece que para alcanzar la presidencia hay que obtener el 45% de los votos, o más del 40% siempre que se obtenga una ventaja superior a 10 puntos respecto del segundo. Si el universo sobre el cual se realiza el cálculo incluye los votos en blanco, para alcanzar el 40 o el 45% haría falta un mayor caudal electoral. Dicho de otro modo: aumenta la probabilidad del ballottage...". En Nestornautas realizan un buen análisis de la legislación electoral y marcan algo fundamental: buscarían saltear la Cámara Electoral Nacional como saltearon en Tucumán la Junta Electoral Provincial. Saben adónde tienen amigos o cómo ocasionar mayor daño.

Quieren ser Presidente y no entienden la diferencia entre votos afirmativos y votos válidos. Bah, entienden, pero les importa un carajo la democracia, el voto, la Constitución y la Cámara Electoral. Uno lo entiende del macrismo y hasta de este radicalismo residual del que Alfonsín probablemente renegaría. Pero este tipo de jugadas requieren de la coordinación de toda la oposición para ser efectiva, por eso la foto de Cano, Macri, Sanz, Stolbizer y Massa. Se entiende la apelación republicana de este último, en su disputa por el voto opositor con Macri, pero un peronista bancando la deslegitimación del voto, luego de años de proscripción, me resulta francamente incomprensible. El massismo acompañará la jugada de realizarse esta. Lo adelanta una de sus espadas, el @VascoAmonda en Twitter:


El meollo de la cuestión no hace a la optimización del sistema ni a propósitos superiores de orden moral y/o defensa del voto de la gente, como arguyeron varios luego de Tucumán. Es más simple: Scioli y el FpV sacaron en las PASO, escrutinio definitivo, 38,67% de los votos positivos. Computando los votos en blanco, el porcentaje de votos válidos cae a 36,69%. ¿Cuáles tomar?, preguntan a coro Carlos Pagni, los asesores macristas y el massismo. Republicanos de Capriles.

No se votó aún pero ya pretenden desconocer el resultado y criticar las reglas de juego con las que aceptaron participar y con las que perdieron pero también ganaron elecciones en el pasado. Más que un escenario brasileño, en el que Aécio Neves reconoció su derrota (por muy poquito), buscan un escenario a la venezolana. Algo así como reconocer que son una oposición bananera o gusana.